Este julio la revista Barcelona Metropolitan nos dedicó un artículo que os podéis descargar aquí en inglés. Os dejamos también la traducción 😉
Es sábado por la mañana y niños entusiasmados, adolescentes huraños y estresados padres atraviesan las puertas del Zoo de Barcelona. Así comienza un típico día en una de las instituciones más antiguas de la ciudad. Durante 125 años el zoo ha sido una institución fundamental en Barcelona para turistas y locales, evolucionando desde una pequeña colección privada hasta convertirse en un zoo moderno con más de 2000 animales. Pero la idea sobre los zoos ha cambiado y grupos animalistas ponen presión al zoo de Barcelona para que evolucione de acuerdo con los tiempos que vivimos.
La historia del zoo se remonta al año 1892 cuando el rico empresario Lluís Martí-Codolar ofreció su variada colección de animales exóticos al Ayuntamiento. Se decidió entonces que la colección, que incluía entre otros una cebra, una jirafa e incluso un elefante, se alojaran en el Parc de la Ciutadella, la ex citadel que había sido rediseñada y transformada en parque. El zoo de Barcelona fue abierto al público ese mismo año durante la fiesta de la Mercè. Sin embargo, no fue hasta 1927, que el zoo empezó a cobrar entrada. Los fondos recaudados producto de los 25 céntimos superaron las expectativas y el zoo pudo gradualmente expandir su colección y mejorar las instalaciones. Este crecimiento se vio frenado y revertió cuando España se vio inmersa en la guerra civil en 1936. Una importante escasez de alimentos significaron la muerte de muchos de los animales del zoo y los ataques aéreos llevados a cabo por las Fuerzas Nacionalistas mataron otros muchos más. Al final de la guerra civil, sólo quedaban 300. Esta cifra marcó el momento más bajo del zoo de Barcelona en su larga historia y no fue hasta los años cincuenta bajo el liderazgo de Antoni Jonch i Cuspinera que comenzó a recuperarse.
Hoy en día el zoo de Barcelona es una de las atracciones turísticas más populares, atrayendo más de un millón de visitantes en 2015, de acuerdo con un estudio realizado por Turismo de Barcelona. Pero mientras turistas y locales de todas las edades continúan visitando sus instalaciones, la posición de los zoos en la sociedad moderna que vivimos se ha situado como el eje de un intenso debate en todo el mundo. “Estamos en un período de crisis y la gente se está comenzando a cuestionar si los zoos deberían existir o no”, explica Rafael Cebrián López, coordinador del programa de investigación y conservación del zoo de Barcelona. De hecho, sólo con hacer una rápida búsqueda en Google de las palabras “anti” y “zoo” se obtienen millones de resultados y una amplia gama de artículos sobre grupos animalistas como Peta, denunciando las condiciones inhumanas y la sobrepoblación de los zoos alrededor del mundo.
Uno de esos grupos activistas tiene su sede aquí en Barcelona. Zoo XXI es una organización extensa, compuesta por 35 subgrupos, todos trabajando con el mismo objetivo- crear zoos para el siglo XXI- dirigiéndose a ellos para reestructurar sus hábitats para que sean más éticos. El grupo comenzó nueve años atrás durante la campaña para liberar a Susi, una elefanta del zoo de Barcelona. Susi sufría depresión después de la muerte de su compañera, hecho que la dejó sola viviendo en cautiverio. “Desde nuestro punto de vista el zoo actuó de manera egoísta a la crítica situación de Susi”, comenta Leonardo Anselmi, el director de la fundación Franz Weber para Europa del Sur y América Latina, una fundación que lucha por los derechos de los animales que ha estado estrechamente involucrada en los esfuerzos realizados por Zoo XXI. “En vez de enviarla a un santuario donde pudiera vivir el resto de sus días en una libertad relativa, el zoo adquirió más elefantes y los apiñó a todos en el mismo espacio”, agrega Anselmi. Frustrados y desilusionados, Zoo XXI comenzó a elaborar un borrador con propuestas para los cambios que querían ver en el Zoo de Barcelona. Este borrador marca la primera iniciativa ciudadana en Barcelona, con 14.000 firmas necesarias de los residentes de Barcelona para que el Ayuntamiento considerara la propuesta.
Para crear su plan de acción, el equipo detrás de Zoo XXI primero llevó a cabo un estudio detallado de 93 zoos que habían cerrado en los últimos 40 años. “Nos dimos cuenta que cerrar los zoos fue el peor escenario posible para los animales”, explica Anselmi. De acuerdo con el estudio, algunos de los animales fueron simplemente reubicados en otros zoos, otros fueron enviados a circos, y los más desafortunados fueron adquiridos por restaurantes exóticos. La propuesta de Zoo XXI, por lo tanto, no es cerrar el zoo de Barcelona, pero por el contrario, mejorar radicalmente sus instalaciones. “Creemos que actualmente, los zoos son generalmente comerciales, exhibicionistas y colonialistas”, nos dice Anselmi. “En vez de explotar a los animales y a su hábitat natural, queremos que los zoos estén a su servicio”.
“Estamos librando la guerra contra el punto de vista comercial y colonial de los zoos. Barcelona es sólo la primera batalla”
¿Pero qué implica esta mejora de condiciones? Más allá de sólo ampliar las instalaciones, que ellos creen que estarían basadas en un sistema bastante defectuoso, Zoo XXI quiere que los recintos sean adaptados a las necesidades de cada animal, aportando privacidad para ellos del constante flujo de espectadores. “Actualmente los recintos están dispuestos hacia los humanos, con ningún sitio para los animales para esconderse”, dice Anselmi. En definitiva, es crear una cultura de respeto para los animales y sus hábitats. Esta cultura del respeto también conllevará el final de novedades en el zoo como el tren, conciertos y bodas llevados a cabo en sus instalaciones.
Otro estudio llevado a cabo por Zoo XXI, encontró que en 2013 54.48 por ciento de los animales del zoo de Barcelona no eran especies en extinción. El objetivo final del grupo es que los zoos alojen sólo animales de especies en peligro de extinción, particularmente de aquellos autóctonos, como parte de programas conservacionistas. Zoo XXI también propone un cambio desde la conservación ex situ (proteger especies en peligro de extinción fuera de su hábitat natural) en favor de una conservación in-situ (llevada a cabo en los hábitats naturales de los animales en peligro de extinción), con el objetivo de eliminar dificultades al momento de reintroducir las especies en sus hábitats naturales. El grupo quiere que se ponga fin a la reproducción de los animales dentro del zoo para evitar tener animales viviendo en cautiverio sin necesidad. Asimismo, el grupo se opone fuertemente a la práctica del sacrificio selectivo de animales. Cuando sea posible, el grupo quiere que animales que están cautivos en el zoo sean enviados a santuarios, donde podrán gozar de más libertad, y donde recintos interactivos y de realidad virtual substituirán a los recintos cerrados, permitiendo a los visitantes conocer a los animales en su propio hábitat natural. Y en Barcelona, Zoo XXI aspira a crear una referencia para otros zoos alrededor del mundo. “Estamos librando la guerra en contra del punto de vista comercial y colonial de los zoos”, dice Anselmi. “Barcelona es sólo la primera batalla”.
Es un poco sorprendente que Rafael Cebrian Lopez tenga de alguna manera una visión diferente sobre el zoo de Barcelona. “Los zoos son vitalmente importantes en la sociedad actual como núcleo para prevenir la extinción animal”, argumenta citando el tritón del Montseny como ejemplo. Este newt, endémico en Catalunya, sólo se encuentra en los ríos de la cordillera montañosa del Montseny, al norte de Barcelona. Sólo 1.500 de estos anfibios existían cuando fueron descubiertos. “Es nuestra responsabilidad en el zoo de Barcelona cuidar de estos newts en los siete ríos donde fueron encontrados como también fertilizar los huevos fuera de su hábitat natural”, explica. El zoo recibe 300.000 euros al año del gobierno para investigación y conservación, canalizando este ingreso en diferentes proyectos en colaboración con organizaciones no gubernamentales, universidades locales y otros zoos. Este dinero es también utilizado para varias becas, con un 50 por ciento de las mismas otorgadas entre 2009 y 2016 en proyectos relacionados con especies endémicas a Cataluña.
Sin embargo, Cebrián reconoce los cambios que el zoo de Barcelona debe llevar a cabo, como un genuino legado hecho en base al respeto por los animales para el cual él trabaja. “Necesitamos dedicar más espacio para especies en peligro de extinción en oposición a los animales que atraen a más visitantes”, explica. A finales de 2016, el zoo tomó un claro camino en esa dirección con el cierre del delfinario, que ya no cumplía con los requisitos de la Asociación Europea de Animales Acuáticos. “Fue la decisión correcta”, añade Cebrián. “El delfinario tenía 60 años, y era simplemente inadecuado”. Desgraciadamente, los delfines que nacen en cautividad no pueden ser liberados en su hábitat natural, por ello, los seis cetáceos que vivían en Barcelona están siendo reubicados en otros establecimientos con mejores condiciones.
Sin embargo, últimamente Cebrián encuentra los reclamos de los grupos animalistas- que el zoo está anticuado- frustrantes. “Ellos están luchando por una mejora en la conservación, investigación y educación al zoo, aunque estos tres aspectos son todavía los pilares de su ideología”, sostiene. Puede que esté en lo correcto. Y los objetivos de estos grupos animalistas y del propio zoo no están alejados los unos de los otros después de todo. Ciertamente, el zoo de Barcelona tiene camino a recorrer antes de que puede declararse como un zoo del siglo XXI y la iniciativa ciudadana de Zoo XXI puede ser el espolón que necesita para alcanzar este objetivo.